sábado, 13 de septiembre de 2008

3. PARÍS COSTERA


Ante nosotros, en el escenario, se alza la torre Eiffel y una platanera; dos objetos que desesperadamente intentan fusionarse sin tocarse, y que en el fondo, establecen dos espacios que pese a ser totalmente ilustrativos, no alcanzan a responder la pregunta eterna que todo espectador de teatro se plantea: ¿Dónde estamos?

Escuela de mujeres formula un espacio sumido en la excesiva literalidad, tanto en el uso de objetos como en elementos inmateriales; la obra no sólo propone espacios absolutamente ilustrativos, sino que busca una fallida contemporaneidad en el tiempo-espacio; abandonándose a la más elemental obviedad: objetos típicos propios de un lugar; apartados y huérfanos puestos pretenciosamente unos junto a otros para intentar una fusión facilista.

En esta obra no usan simulaciones o reinterpretaciones de los objetos; luz, sonido, palabra y gesto están limitados a tecnicismos; descriptivos y funcionales, alejados de planos simbólicos que desafíen las interpretaciones del espectador. El uso de la literalidad refuerza una única posibilidad de significación (lo que resulta bastante contradictorio en un director que se precia de ser contemporáneo); incluso en las partes donde el pasado da testimonio de una parte crucial de la historia (recuérdese la escena de Inés y el ladrillo); nos dan aquello que de antemano podemos deducir.

La obra no logra ni siquiera esbozar una atmósfera en la que los personajes viven, mixtura inerte de dos épocas que entrevén una falsa contemporaneidad; plataneras costeñas y vestuarios franceses del siglo XVII, evidencian cierto miedo al abordar textos clásicos y llevarlos al público de hoy; poco familiarizado con este tipo de obras.

No olvidemos además, que los espacios también condicionan los comportamientos de la gente; en este caso, de los personajes: ¿La casa de Arnolfo qué representa para Inés? ¿Una cárcel? ¿Un pequeño internado?... Si Inés ha estado encerrada toda su vida, bajo estricta vigilancia, ¿cómo se comportará en espacios abiertos? El espacio no sólo es un problema de decorado, y menos en teatro. El actor tiene que construirlo con el cuerpo, con la palabra, así como ayuda a construirlo la luz, el sonido, etc. La obra de Moliere propone la creación de un panóptico; Arnolfo planea tener dichas casas en ciertas ubicaciones para controlar a Inés; esto cambiaría radicalmente la forma en la que los personajes interactúan con el espacio y entre ellos. Pero en la manera como aparece diseñada la escenografía y el espacio, bien podría ser la casa de Arnolfo, o bien podría ser la casa de cualquiera. El espacio pierde su sentido dramático en la medida en que no es ni proyección e identificación de los personajes que habitan allí, ni resuelve la dialéctica entre dos épocas que no alcanzan a volverse un sincretismo coherente.

Nowicki desperdicia el espacio como otro elemento que puede brindar elementos cómicos que contribuyan al drama; falta imaginar arquitectónicamente cómo planificaría Arnolfo el espacio para que Inés se convierta en un fantasma vivo (nadie la ve, ella no ve a nadie), cómo serían los patios de las casas, las ventanas y balcones, las cosas que hay en ellas; trucos de vigilancia que muestren cómo los espacios son una extensión y dimensión agravada del los personajes, un reflejo ampliado de un comportamiento particular; y así sin duda alguna, el espacio teatral trascenderá aquello obvio y literal, para tener un significado particular para cada personaje, y desde luego para el público, quien sólo entonces podría cumplir su tarea fundamental en el teatro, la de imaginar.

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