En algún viejo artículo sobre teatro de la revista Gestus, Pavel Nowicki explicaba que la comedia entendida como género dramático, comporta una estructura que supera en gran medida el objetivo de provocar risa en el espectador, pues demanda la existencia de un héroe castigado por medio del ridículo de una infracción social reversible, bajo lo cual se perpetúan ciertas costumbres de la sociedad moderna al ridiculizar vicios de la sociedad precedente a ésta.
Paradójicamente el montaje de Escuela de Mujeres parece dejar de lado los postulados teóricos de su director respecto al género dramático, para sustentar toda la fuerza cómica del espectáculo en la carga intertextual que impone la presencia de tener actores famosos de televisión, y las constantes alusiones contemporáneas, que si bien no metaforizan ninguna situación yaciente en el texto, sí revelan profundos estereotipos morales sobre nuestra cultura, basados en tabúes que se encuentran en proceso de apropiación social: la libertad sexual, la transexualidad, las drogas, la liberación femenina, la infidelidad, etc.
Indiscutiblemente es interesante encontrar en los textos clásicos el espacio para los temas contemporáneos, pero qué sentido tiene colocar dichos temas sin una relación coherente con la estructura clásica del género dramático original? Más aún, el enfoque del director no nos revela relaciones ni interpretaciones nuevas sobre estos temas de tabú en transición, sino que por el contrario, reproduce esquemas de relaciones predecibles y superficiales que ya nos sabemos de memoria: mujer bonita=mujer tonta, hombre enamorado=hombre imbécil, hombre travesti=hombre ridículo, hombre negro=hombre rumbero, y así podría seguir enumerando la infinidad de relaciones predecibles y desgastadas que sólo dejan ver una cosmovisión del director restringida más a la complacencia del público, que a un interés de mostrarle a éste relaciones nuevas sobre el mundo a través del humor.
No se trata de ser puristas diciendo que todo el teatro tiene que ser profundo y renovador. No queremos descalificar la validez del teatro que sólo pretende divertir y nada más que divertir, y que va dirigido a un público que sólo quiere divertirse y nada más que divertirse. Sin embargo nos parece algo lamentable que sigamos negándole al entretenimiento su posibilidad como herramienta de aprendizaje, y más lamentable aún, que un espectáculo creado con el mero y llano propósito de hacer reír a cualquier precio, sea ofertado al público teatral como un espectáculo irreverente de vanguardia contemporánea, realizado a un nivel profesional.
1 comentario:
Es muy grato encontrar un artículo como este, valiente, capaz de decir por escrito lo que muchos pensamos y que se queda, con muchos menos argumentos y profundidad en conversaciones de pasillo, sala y vinos con los amigos. Gracias por crear este espacio. A sacudir viejas y frivolas estructuras, para ver, si como ustedes dicen, logramos salir del marasmo en el que estamos.
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