domingo, 5 de octubre de 2008

1. RECUENTO DE UN REENCUENTRO

Caryl Churchill, pertenece a una generación altamente influenciada por el maestro Pinter, sobre todo en la manera como desentraña el absurdo de los rituales cotidianos del ser humano, para llegar hasta su esencia más brutal e incomprensible. Churchill creció oyendo la radio, para la cual, al inicio de su carrera, escribió varias obras. Esto moldeó su estilo teatral en el desarrollo de cierta economía estructural, manifiesta en creación de escenas muy cortas en las que da grandes saltos en tiempo y espacio, liberándose así de las limitaciones del escenario. En La Bienvenida podemos ver esto cómo aparece a través de la condensación máxima en una misma situación de diversas historias: la espera de la llegada de la hija del aeropuerto es la excusa, el eje temático que permite evidenciar catorce fábulas posibles, haciéndonos ver el tiempo y la vida como un juego de variables.

Es este elemento quizá el más contemporáneo de dicha dramaturgia, que va en consonancia con la concepción actual del tiempo a la luz de la teoría del caos, de la complejidad y las lógicas difusas, que desde la Física y la Filosofía han puesto en entredicho el axioma de la cronología y de la medida de duración como una dimensión autónoma del espacio. Entendemos ahora que el tiempo es indivisible al espacio y que ambos son relativos, múltiples y simultáneos, no hay una sola medida para todas las cosas, como argumentara el discurso caduco de la modernidad. En La Bienvenida esto se hace patente en la no sincronía entre el tiempo de los personajes y el tiempo de la representación, y en la no linealidad de la narración. Se repiten los inicios de las pequeñas escenas introduciendo en cada una cambios de ritmo que transforman cada vez el sentido de cada una de ellas, realizando así continuos recuentos que arrojan siempre nueva información sobre el pasado, el futuro y el presente de la familia protagónica.

El tiempo siempre se devuelve a un punto reconocido para el espectador, pero que va siendo cada vez un poco más adelante en la historia de base, en tanto cada retroceso temporal es el inicio de una nueva posible historia en la vida de esa familia, potenciando así la relación causal entre un hecho y sus múltiples variables; de allí la continua sorpresa frente a cada acontecimiento, evitando así la previsibilidad y manteniendo el interés.

Las obras de Churchill no pueden ser catalogadas como realistas, pues su utilización del tiempo responde más a una lógica de asociación onírica y aunque el mobiliario escenográfico revela claramente que nos hallamos en la cocina de un hogar de clase media, a través del desarrollo de los diálogos en tiempos dilatados, percibimos una sensación de distanciamiento que nos ubica en un contexto irreal, potenciado con el teatro dentro del teatro que aplica la puesta en escena para complejizar los niveles de distancia, pero quizá creando un elemento de disonancia a la estructura original que ya de por sí es lo suficientemente compleja.

En este sentido, la obra cuenta un discurso desde la ficción alternándolo con otro supuestamente extraficcional, que no llega a tener un desarrollo al mismo nivel de complejidad que el primero. Intervenciones de tipo “parateatral” como la relación con el músico y la música misma, las interrupciones de la escena para interactuar con técnicos o el público de manera directa, no plantean un desarrollo completo. Así, por ejemplo al inicio con la presentación que cada actor hace de su personaje, se da a entender que una compañía está en proceso de presentar una obra, pero no hay factor de progresión que valide este discurso alterno, con la obra interna que ellos están representando, pues más adelante se rompe su continuidad cuando se evidencia en el músico la "falsedad" de su error al contestar un llamado telefónico que además no tiene la reacción "posible" por parte de los actores, pues si están en plena presentación, ¿por qué reaccionan como compañía de aficionados evidenciando y remarcando hasta la saciedad el error? Así, la falta de credibilidad le quita todo sentido al uso de elementos de paraficción en una dramaturgia que está estructurada desde el manejo del tiempo y no desde los marcos de composición intra y para ficcional.

En el montaje del R101 el asunto temático central es la irreconciliable dificultad de cada uno de los miembros de la familia por relacionarse y comunicarse de manera efectiva. Queda la pregunta en el aire si esto pudo ser evitado o atenuado por la madre o el padre, o si es algo inherente a las relaciones entre los seres humanos como producto de la convivencia en un ambiente monótono y empobrecido por el encuadramiento en un sistema capitalista, dentro de los cánones de la vida urbana moderna, más preocupada por la subsistencia en el día a día, que por el fortalecimiento de los vínculos afectivos al interior de la familia.

La interpretación de un hombre en el papel de una mujer en la obra del R101 además de aportar un elemento de comicidad, responde a la intención de la autora manifiesto en otras de sus obras, de cruzar los géneros y las clases sociales tratando de llamar la atención sobre la necesidad de la igualdad entre los mismos.

El montaje del R101 es una exploración enriquecedora de los planteamientos teatrales innovadores propuestos por la autora, fundados en un cuestionamiento sobre el qué y el cómo del hecho teatral. Es evidente el afán por ahondar en las posibilidades significativas de su dramaturgia para realizar su contextualización acertada en nuestra realidad colombiana actual.

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