miércoles, 18 de marzo de 2009

3. EL ACTOR EQUIVOCADO



Ante nosotros una terrible aparición, larga y lánguida. Debimos leer el texto para comprender el trabajo del actor y nos desilusionarnos; en la puesta en escena de Pinocho y Frankestein le tienen miedo a Harrison Ford reina la superficialidad.

Dr. V. Es un personaje que ha idealizado el niño como una figura de pureza biológica antes de la adolescencia (14 años); no sólo es un padre, sino que pretende ser una madre, sobreprotector y a su vez misógino, fetichista (Cloe) y manipulador. Siempre se entera de los planes de los niños, de modo que es obvio que la vigilancia en su clandestino recinto plantea un panóptico. No obstante, no desea quedarse solo, está necesitado de afecto, repudia el cuerpo de Tina, pero no duda en hacerla suya. ¿Por qué con Fabio Rubiano, se anula la humanidad del Dr. V y se cae en el viejo cliché del científico loco?

Tina se nos presenta como una niña capaz de amar a su victimario, es un personaje que se desea desesperadamente hacerse necesaria; y soporta con resignación un abuso que en el fondo se convierte en una muestra de amor filial. Este personaje plantea la aceptación y la necesidad del abuso sexual como una forma de comprender al incomprendido, que a su vez puede ser una forma de manipulación, va más allá del síndrome de Estocolmo. ¿Una niña puede ser una manipuladora sexual con quien la viola? Es posible. Un personaje contradictorio y hermoso, inocente y perverso a la vez, que es arruinado por la actuación de una actriz que no tiene fuerza para exponer los matices que plantea un texto experimental.

Pinocho y el Dr. V tienen ideas brillantes y hasta se parecen en el lenguaje que usan para expresarse. Listo y enérgico, no cambia ni aunque le amputen las piernas, y mucho menos después de provocar la muerte de un compañero (Lucas). ¿Niño o Muñeco? ¿lo hace humano querer una familia o la libertad? Marcela Valencia se esfuerza en este personaje, un poco gritón y falto de reflexión ante sus desgracias personales (lo cual es recurrente en sus conocidos clichés actorales de ciclotímica esquizoide que le hemos visto en montajes anteriores de la agrupación). No se siente un cambio en la segunda parte de la obra, ni atisbos de culpa o regocijo, sólo el miedo; y olvidamos también, la divagación de su sexualidad (niño o niña), insustancial en su comportamiento, y planteado en la primera parte de la obra como conflicto clave del personaje.
Aunque Frankenstein tiene un comportamiento más humano que los demás personajes, al presentarse como un mediador, el actor hace de este personaje un pedazo, algo incapaz de mostrar las necesidades de la aceptación social en la infancia y la búsqueda del amor incondicional. Amar a quien te deforma y te maltrata, se contradice con el perdón a otorgar. La paradoja de Frankestein, es la obligación moral con la madre violenta que es la única que lo acepta.

El Chavo del Ocho, Ñoño o Blanco, cae en el cliché del niño gordo quejumbroso. No sólo es sobreactuado, sino que no se diferencian sus cambios de carácter; es siempre el mismo, es siempre igual; con o sin él la obra funcionaría igualmente, no se hace indispensable en la trama ni mucho menos plantea querer algo diferente a lo que quieren los demás personajes.
Lucas, un personaje desperdiciado. Invariablemente cobarde, adulador y delator que se mantiene así porque no encuentra otra forma de supervivencia, niega los problemas aunque sabe que la obediencia no lo salvará de un castigo. Es un detonante de culpa, su muerte debería cambiar los demás personajes, marcar un abismo entre el antes y después; un accidente provocado puede ser asesinato indirecto, el niño despreciado que muere por una causa justa: la libertad. Desafortunadamente, si los otros actores desilusionan, éste es la extinción. Preferimos no entrar en detalles sobre el personaje de la enfermera, por ser éste un ejemplo demasiado obvio del típico cliché de la enfermera como objeto de deseo sexual típica de las películas de soft porn y de las revistas de Condorito.

Sin embargo, es innegable que la obra alcanza a esbozar y denunciar los abusos que sufren los niños, la soledad y la incomprensión de los criminales, el trabajo infantil como única salida para los huérfanos, el camino a la indigencia. El niño teme al dolor antes que a la muerte, este miedo puede ser tan grande que lleva a provocar la muerte de otro y disfrutar su posición de victima, y aún más si presenta alguna deformidad que impida su aceptación social. Niño- Monstruo: ¿Qué es un hogar para estos los personajes? Es un gran acierto indagar sobre la familia, el hogar, el amor en la infancia, allí encontramos pese a todo lo dicho, una temática profundamente humana y sensible.

Ahora bien, sobre el título de la obra. No tiene sentido. Rick Deckard es el personaje de Blade Runner y Harrison Ford es Actor. Dado que nuestros personajes pertenecen a la compañía Liliput, hacen teatro, distinguen entre personaje y actor (como evidencia Pinocho en la escena de la oficina), este dato puede ser un arma de doble filo: lo más probable es que el niño que sabe qué es un actor y un personaje, asuma que el asesino sería uno de los Blade Runner o a Rick Deckard y de ninguna manera Harrison Ford. También hubiese funcionado que la obra se llamara Pinocho y Frankenstein le tienen miedo al Dr. Moreau. (H.G. Wells).
Tampoco sabremos porqué el Dr. V. quiere hacer teatro infantil, ¿y el público de esa obra? ¿Un grupo de pedófilos tal vez? ¿Por qué hacer teatro si es necesario mantener la clandestinidad para continuar el aislamiento social? Que los niños pertenezcan o no, a una compañía teatral, al final de la historia, no tiene importancia.

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